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¿Cómo podemos evitar el peligro de la insensibilización, la capitulación psicológica y el empobrecimiento emocional?

En este texto no voy a contestar a la pregunta precedente sino que voy a reflexionar sobre como muchas veces tenemos   la tendencia a hacer cosas, siempre con las mejores intenciones, que tienen que hacer los propios afectados. La ayuda sólo sirve de verdad a quienes la necesitan, mientras que otros si les ayudamos se verán privados de la oportunidad de ser activos. La persona bienintencionada que acompaña a las personas afectadas en exceso quita la oportunidad para que esa persona ejercite aunque sea mínimamente la voluntad. Quien hace los trámites por y en lugar de la afectada hará de la afectada una asistida. Rechazar la ayuda es duro, porque aceptarla resulta fácil y no hiere ningún sentimiento, pero a las personas afectadas que quieres ayudar de veras les tienes que motivar (y para ello tienes que estar motivada tú), para que hagan ciertas cosas por sí mismas.

Es difícil no prestar ayuda, más si una se ha preparado para ello. Si vemos a un niño que intenta atarse los cordones de las zapatos y se pone nervioso porque no lo consigue. Entonces se los atamos, privándole así de la oportunidad de aprender a hacerlo por sí mismo. Este tipo de actitudes aparecen fácilmente en muchas personas que se dedican ayudar a otras sobre todo en la primera fase; por ello es muy importante la formación, la evaluación, la reflexión ….

La persona que ayuda al igual que el girasol va girándose a medida que el sol avanza, y este mismo sol hace que el girasol sea tal, así la persona voluntaria respecto a los profesionales tiene la ventaja que se puede mover en función de las necesidades reales de las personas, a veces los profesionales aunque con más conocimientos se hacen más cómodos y les cuesta más adaptarse a las nuevas situaciones. Esto lo estamos viendo de cara a las distintas tipologías de personas que requieren ayuda, que han ido apareciendo en estos últimos años.

Basta ya de palabras porque conviene adentrarse en el bosque y descubrir por uno mismo su espesura, si la tiene, y descansar allí donde se esté a gusto o cortar las ramas o podar los árboles que perturben y no están acorde con el paisaje o saltar a otros parajes creados y recreados por cada cual en cadena interminable de alternativas y experiencias

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